martes, 27 de octubre de 2015

CAPÍTULO 3: DESAZÓN (I)

No me gusta nada hacerme pajas mirando una película porno. Lo considero vulgar, triste y pobre, y más aún para un hombre casado ya bastante adulto, pero no me queda otra porque la abstinencia me pone de muy mal humor. Incluso me dedico a contar los días sin actividad sexual y llega un punto que sería capaz de follarme una piedra con agujero que se cruzara en mi camino.
Como toda persona de nuestra sociedad moderna, acabamos arrastrando estrés o ansiedad por el trabajo, por las exigencias del ritmo de vida, por la economía doméstica y los pagos, por los hijos... Entonces a menudo necesito manumitir mi desazón. A veces canalizo la vía de escape hacia la comida, pero como soy un glotón con tendencia a engordar, me gusta más liberarme de mis tensiones con una dosis de sexo. Es muchísimo más saludable.
 Hay un inconveniente: una vez probado en compañía, practicar el sexo en solitario y a escondidas es sumamente aburrido, insulso, poco excitante y breve. A mí me gusta mi mujer y hacerlo con ella, pero esto no se da con la frecuencia que yo necesito o a mí me gustaría. Imaginemos que yo quisiese sexo todos los días (100%) y ponemos que ella no quisiese nunca (0%); la media de los dos sería el 50%. Es decir, en una relación equilibrada, en la que hay consenso y se tienen en cuenta las dos partes, día sí y día no, debería haber sexo. Si hubiese algún día que yo no tuviera ganas, por el día que ella pueda tener. Entonces, más o menos seguiríamos estando alrededor del cincuenta por ciento de frecuencia. Pero tampoco es que yo quiera plantar el nabo y rascarle el chocho prácticamente un día tras otro, pero si antes practicábamos sexo a menudo, no acababa de entender porque ahora no.
Sé que esto a ella le cansaría o pienso que ahora le aburre, además de que no está en su mejor momento para esta tarea conyugal. Ahora están los hijos por en medio, pero siempre se puede encontrar un instante y hacer el esfuerzo de complacerme un poco. Se lo he dicho mil veces y siempre se ha quedado en nada: “Sólo que te dejes ver un poco desnudita o te pongas un tanga o te dejes tocar, yo ya me lo arreglo a mano; lo hago rápido”, pero nada. Ni esto resulta posible.