martes, 24 de noviembre de 2015

CAPÍTULO 4: MADRE

El hecho de ser madre es una experiencia que no cambiaría por nada del mundo, pero también dicen del embarazo que es una vivencia maravillosa y muy bonita para la mujer, a pesar de que los míos no fueron así.  Resultaron más largos de lo habitual, llenos de angustias, incomodidades y dolores, aparte que también acabaron teniendo que provocarme los dos partos y me dejaran el coño como para no volvérmelo a tocar. Además, desde el primer embarazo y hasta día de hoy, no he podido dormir una noche entera.
En el primer parto sentí sensaciones muy fuertes, donde creía que el nacimiento de una criatura incluso podía dar paso a la muerte de otra. Pero después de tantos sufrimientos y una tijeretada, en unos instantes sentí un gran relax, alegría, paz y amor, tanto para el ser que había estado formando parte de mí, como para mi pareja. Él había estado a mi lado durante todo este largo proceso dando todo su apoyo. En estos momentos el bebé ya empezaba a formar parte de los dos. Ahora ya éramos tres, es decir, el tiempo que dedicaba a mi pareja, a mí misma, a mis aficiones, a mi trabajo o a otras personas, pasó a ser casi exclusivamente para el recién nacido.
La maternidad empezó siendo un tanto dura, sobre todo por la inexperiencia de los dos, acompañado por el hecho de darle pecho, que es una sensación muy bonita e inigualable como también dice mucha gente. Lo que no te dicen es que ya no podrás ni ir a cagar sola. Nuestro primer hijo tenía un “apego” tan grande, que no quería estar al brazo de nadie y entonces dejé de tener tiempo para cualquier otro.
La verdad es que la crianza absorbe mucho a la persona que está criándolo. Se forma como un círculo alrededor de ver si ha dormido, ha cagado, ha comido, ha meado; si tiene hambre, sueño, quiere jugar... El niño es el centro de toda tu atención para que esté bien. Sin percatarte, ya no practicas tus aficiones; ya no sabes qué es de los amigos y lo más importante, que la persona con quien decidiste empezar esta aventura se puede sentir desplazada, porque ya no tienes ese tiempo para poderla estimar a solas o simplemente darle toda tu atención. Incluso escasean esos pequeños gestos que teníamos antes y que no te percatas lo importantes que son hasta que ya no los tienes.
Tenía muy claro que no quería repetir la experiencia del embarazo y el parto, pero los años pasaron, nosotros también nos hacíamos más mayores y acabamos decidiendo tener otro hijo para que este no estuviese solo y también tuviera con quien jugar. Todos me decían que el segundo sería más fácil, que ya tenía el camino hecho, pero parece que este quiso hacerse su propio camino y todo resultó igual de complicado que con el primero. Ahora ya somos cuatro, aunque pienso que sólo nos quedarán unos dos o tres años más de sufrir un poco, hasta que el pequeño tenga ya más autonomía.
Lo cierto es que desde que fuimos padres, ya no nos hemos ido a cenar ninguno de los dos a solas con amigos o compañeros de trabajo ni a cualquier otro lugar por nuestra cuenta. Nos pasamos la vida quedando con los amigos cuando los encontramos por la calle, pero lo cierto es que no llegamos a juntarnos nunca con ellos.
Después del trabajo o estar todo el día con los niños, no nos queda tiempo ni ganas para nada más. No sé cómo se lo apañarían mis padres con cuatro hijos. Con razón nos íbamos a la casita todos los fines de semana, porque allá nos dejaban sueltos como gallinas y así podían descansar un poco. Pero antes los padres no tenían otra, porque tampoco había más opciones: el uno trabajar y la otra casarse y hacerse cargo de los niños. Ahora por suerte todo ha cambiado y las mujeres tienen muchas más posibilidades o alternativas, pero también hay gente que quiere gozar de la experiencia de la maternidad. Antes ser madre era una obligación y ahora es una elección.