martes, 17 de octubre de 2017

CENA-SEX (II)

Los que no quisieron venir se perderían la oportunidad de opinar y participar en la creación de un juego quizá interesante que podría cruzar muchas fronteras. Por suerte bastantes de estos amigos, o mejor dicho, amigas, dijeron que si. Algunas incluso ya habían participado en sesiones de “Tupper-sex”, sólo con chicas, pero disponían del material y podían traerlo. “Bien, si os apetece, igual nos divertimos más, pero no hace falta que traigáis nada. Esto es algo diferente. Sólo vamos a hablar. Lo que quiero es que vengáis con la pareja”, acabé respondiéndoles.
Finalmente reuní un buen grupito de gente, hombres y mujeres. Menos mal que no vino la vecina de los perros, porque podría verme como una especie de animal en celo, que quizá no distaba mucho de la realidad masculina, pero lo más seguro es que yo me habría puesto demasiado nervioso con su asistencia y no me podría concentrar bien en mi tarea. Lo cierto es que me habría gustado a que viniera, contar con su presencia y opinión, recrearme una vez más con su belleza. Pero en realidad lo prefería así, como una fantasía distante. Ella también era amiga de todas las otras asistentes y conocida nuestra, que igualmente estaba incluida en uno de los grupos de chat donde todos quedábamos para hacer cosas juntos y donde yo también había ofrecido este particular encuentro.
Antes de la cena mostré unos dados que ya habían perdido su virginidad y procedí con mi presentación. Era una cosa sumamente sencilla, sin imágenes, sólo el texto básico y más sintetizado posible sobre las reglas más destacadas del juego. Había buen ambiente y disposición. Yo estaba eufórico y hablé con mi pasión habitual, aportando gestos y toques de humor que sacaron más de una risa, a pesar de que los niños pronto empezaron a ponerse irritables, visto que ningún adulto les hacía demasiado caso.