martes, 31 de octubre de 2017

CENA-SEX (III)

Traté de aclarar las dudas y tomar nota de sus sugerencias: Cambios en el nombre de algún personaje o terminología del juego, acotaciones a los jugadores, matices sobre las consideraciones, uso de materiales, maniobras o duración, sanciones... Lo cierto es que no esperaba encontrar que hubiese gente tan liberal o que pudiese aportar todas aquellas fantásticas ideas, algunas de las cuales incluso superaban mis propios límites. Llegaron a arriesgarse con jugadores extras totalmente desconocidos y encontrados por la calle, casi a quema ropa, por mucho que yo especifiqué que sólo pretendía garantizar el factor seguridad que tal vez un desconocido no podía garantizarnos.
Se quedaran sorprendidos. No pensaban que fuera un juego tan elaborado, pero lo más importante de todo es que dijeron que lo veían practicable. Incluso hubo quien abiertamente dijo que ellos jugarían, a pesar de que también pudieran introducir algunas variaciones. Eso es el que yo esperaba escuchar. “Se trata sólo de un juego con tu pareja, en tu casa o en cualquier otro lugar y con los límites que cada uno quiera establecer”, era la síntesis final. También propusieron que incluso podía hacer un manual del juego y venderlo con los dados. Este podía ser nuestro proyecto común. Ir presentando el juego de casa en casa con los dados.
Y finalmente, para entender mejor la dinámica del juego, añadieron que sería conveniente incluir algún ejemplo práctico para ver como se jugaba. Ahora fui yo quien no acababa de tener demasiado claro si por el contrario se trataba de una atrevida proposición de ellos hacia nosotros. Saqué una risa general al preguntarles claramente si había alguna doble intención. Aclararon que solamente querían ver el simulacro de una jugada, como una especie de representación teatral de las que hacía uso el juego.
Era tarde. Aún no habíamos cenado. Una madre tenía que ir a por su hija. Los otros niños pequeños ya empezaban a desbaratarse. No había tiempo para más. Cenamos lo que yo había estado preparando unas horas antes y se fueron a casa alrededor de la una de la noche. Agotados por el movimiento de gente que había venido en casa, niños incluidos, nuestros hijos se habían quedado durmiendo.